lunes, 28 de septiembre de 2015

El portero del Prostíbulo


No habi­a en el pueblo un oficio peor conceptuado y peor pago que el de portero del prosti­bulo. Pero, ¿Qué otra cosa podria hacer aquel hombre? De hecho, nunca habi­a aprendido a leer ni a escribir, no teni­a ninguna otra actividad ni oficio. En realidad, era su puesto porque su padre habi­a sido portero de ese prostibulo y también antes, el padre de su padre. Durante décadas, el prosti­bulo se pasaba de padres a hijos y la porteri­a se pasaba de padres a hijos.
Un di­a, el viejo propietario murió y se hizo cargo del prosti­bulo un joven con inquietudes, creativo y emprendedor. El joven decidió modernizar el negocio. Modificó las habitaciones y después citó al personal para darle nuevas instrucciones. Al portero, le dijo: -A partir de hoy usted, además de estar en la puerta, me va a preparar una planilla semanal. Alli­ anotara usted la cantidad de parejas que entran di­a por di­a. A una de cada cinco, le preguntara como fueron atendidas y que corregirian del lugar. Y una vez por semana, me presentara esa planilla con los comentarios que usted crea convenientes. El hombre tembló, nunca le habia faltado disposicion al trabajo pero... -Me encantaria satisfacerlo, señor, balbuceo, pero yo... yo no se leer ni escribir. -AAh! Cuanto lo siento! Como usted comprendera, yo no puedo pagar a otra persona para que haga esto y tampoco puedo esperar hasta que usted aprenda a escribir, por lo tanto... -Pero señor, usted no me puede despedir, yo trabaje en esto toda mi vida, tambien mi padre y mi abuelo... No lo dejo terminar. -Mire, yo comprendo, pero no puedo hacer nada por usted. Lógicamente le vamos a dar una indemnización, esto es, una cantidad de dinero para que tenga hasta que encuentre otra cosa. Asi que, lo siento. Que tenga suerte. Y sin mas, se dio vuelta y se fue.
El hombre sintió que el mundo se derrumbaba. Nunca habi­a pensado que podri­a llegar a encontrarse en esa situacion. Llego a su­ casa, por primera vez desocupado. ¿Qué hacer? Recordó que a veces en el prosti­bulo, cuando se rompí­a una cama o se arruinaba una pata de un ropero, el, con un martillo y clavos se las ingeniaba para hacer un arreglo sencillo y provisorio. Penso que esta podri­a ser una ocupacion transitoria hasta que alguien le ofreciera un empleo. Busco por toda la casa las herramientas que necesitaba, solo tenia unos clavos oxidados y una tenaza mellada. Teni­a que comprar una caja de herramientas completa. Para eso usari­a una parte del dinero recibido. En la esquina de su casa se entero de que en su pueblo no habia una ferreteri­a, y que debi­a viajar dos di­as en mula para ir al pueblo más cercano a realizar la compra. ¿Qué mas da? pensó, y emprendió la marcha.
A su regreso, trai­a una hermosa y completa caja de herramientas. No habi­a terminado de quitarse las botas cuando llamaron a la puerta de su casa. Era su vecino. -Vengo a preguntarle si no tiene un martillo para prestarme. -Mire, si­, lo acabo de comprar pero lo necesito para trabajar... como me quede sin empleo...
-Bueno, pero yo se lo devolveri­a mañana bien temprano. -Está bien.
A la mañana siguiente, como habi­a prometido, el vecino toco la puerta. -Mire, yo todavi­a necesito el martillo. ¿Por que no me lo vende? -No, yo lo necesito para trabajar y ademas, la ferreteri­a esta a dos di­as de mula. -Hagamos un trato, dijo el vecino. -Yo le pagare a usted los dos di­as de ida y los dos de vuelta, mas el precio del martillo, total usted esta sin trabajar. Que le parece?.. Realmente, esto le daba un trabajo por cuatro di­as...
Acepto. Volvio a montar su mula. Al regreso, otro vecino lo esperaba en la puerta de su casa. -Hola, vecino. Usted le vendio un martillo a nuestro amigo? -Si­.. -Yo necesito unas herramientas, estoy dispuesto a pagarle sus cuatros di­as de viaje, y una pequeña ganancia por cada herramienta. Usted sabe, no todos podemos disponer de cuatro di­as para nuestras compras. El ex-portero abrió su caja de herramientas y su vecino eligio una pinza, un destornillador, un martillo y un cincel. Le pagó y se fue.
No todos disponemos de cuatro di­as para compras, recordaba... Si esto era cierto, mucha gente podri­a necesitar que el viajara a traer herramientas. En el siguiente viaje decidio que arriesgari­a un poco del dinero de la indemnizacion, trayendo mas herramientas que las que habi­a vendido. De paso, podri­a ahorrar algún tiempo de viajes. La voz empezó a correrse por el barrio y muchos quisieron evitarse el viaje.
Una vez por semana, el ahora corredor de herramientas viajaba y compraba lo que necesitaban sus clientes. Pronto entendió que si pudiera encontrar un lugar donde almacenar las herramientas, podri­a ahorrar mas viajes y ganar mas dinero. Alquiló un galpón. Luego le hizo una entrada mas cómoda y algunas semanas después con una vidriera, el galpón se transformó en la primer ferreteri­a del pueblo. Todos estaban contentos y compraban en su negocio. Ya no viajaba, de la ferreteri­a del pueblo vecino le enviaban sus pedidos. El era un buen cliente.
Con el tiempo, todos los compradores de pueblos pequeños mas lejanos preferi­an comprar en su ferreteri­a y ganar dos di­as de marcha.
Un di­a se le ocurrió que su amigo, el tornero, podri­a fabricar para el, las cabezas de los martillos. Y luego, por que no? las tenazas... y las pinzas... y los cinceles. Y luego fueron los clavos y los tornillos.....
Para no hacer muy largo el cuento, sucedio que en diez años aquel hombre se transformo con honestidad y trabajo en un millonario fabricante de herramientas. El empresario mas poderoso de la region. Tan poderoso era, que un año para la fecha de comienzo de las clases, decidio donar a su pueblo una escuela. Alli­ se enseñari­a ademas de lectoescritura, las artes y los oficios mas practicos de la época.
El intendente y el alcalde organizaron una gran fiesta de inauguración de la escuela y una importante cena de agasajo para su fundador. A los postres, el alcalde le entrego las llaves de la ciudad y el intendente lo abrazo y le dijo:
- Es con gran orgullo y gratitud que le pedimos nos conceda el honor de poner su firma en la primer hoja del libro de actas de la nueva escuela.
- El honor seri­a para mi, dijo el hombre. - Creo que nada me gustaria mas que firmar alli­, pero yo no se leer ni escribir.Yo soy analfabeto.
- ¿Usted?, dijo el intendente, que no alcanzaba a creerlo.
- Usted no sabe leer ni escribir?, ¿Usted construyo un imperio industrial sin saber leer ni escribir?
- Estoy asombrado. Me pregunto, ¿Qué hubiera hecho si hubiera sabido leer y escribir?
- Yo se lo puedo contestar, respondio el hombre con calma.
- Si yo hubiera sabido leer y escribir...  

¡Sería portero del prostíbulo!.

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